viernes, febrero 25, 2005

¿Sófocles era cómico?

Quien espere presenciar un homenaje al teatro griego, que aborte de inmediato la idea de ver "Electra Shok". A Muscari la temática de Electra le sirve más como excusa para hacer lo que sabe y le dicta su creatidad hacer, que como obra opulenta de la historia del teatro en la cual consagrarse. No quiere, ni le interesa mantener legitimidad alguna para con el antiguo texto, ni lograr una representación fiel. Lejos de buscar la profundidad del relato y de sus entreveros dramáticos, pretende en primero, segundo y tercer lugar, hacer carcajear a su público, entretener con lo grotesco y lo despampanantemente kitsch. Ël mismo se encarga de parodiarse y responde de antemano a las previsibles críticas que lo descalificarían. No engaña al espectador y nos advierte que no hemos ido a lagrimear sino a reír. En realidad, la obra de Muscari con una extravagancia de mal gusto peca de vulgar. Pero es absolutamente intencional. Es para el "vulgo" y lo festeja.
Por empezar, hay que establecer una distinción de géneros. "Electra" es una tragedia y "Electra Shock", una comedia. Si bien utiliza la tópica del texto original, la esencia, la vitalidad y el peso de la obra están puestos en otros lugares (mucho más comúnes): el uso verborrágico desmedido de puteadas, el juego de satirizar y ridiculizar a su obra dentro de la obra misma, pero por sobre todo, la apelación constante a lo sexual, a lo desofilante, a la exposición irreprimida de cualquiera de todos los complejo que Freud pudiere haber vislumbrado entre todo el arsena1 de escritos griegos ( Electra se besuquea con medio elenco).
A tener en consideración es que la puesta debió ser mudada del Konex a una sala convencional como lo es el Lorange. En la primera localidad asignada, la utilización del espacio hubiera sido más provechosa por la indefinición del escenario, el ambuleo de actores por entre patios y columnas , efectuandose así una dinámica con el público mucho más intimista. Pero Muscari se las ingenia y de todos modos, logramos apreciar de cerca los mocos brillantes y colgantes de Carolina Fal bajo el reflactor.
Así y todo, es una pena que el autor no permita, ni por el lapso de 1 minuto, que la viseral lírica que lleva Fal consigo alcance alguna de nuestras fibras nerviosas, antes de que una interversión cómica venga a bajarnos cual bofetada que caduca toda acción dramática. Una pena porque el desempeño de la actriz rinde al 100%, sin descensos, sin respiro e igualmente preciso, seductor y eficaz (único personaje que mantiene el drama como estructura), porque el elenco se conforma de actores talentosísimos y de trayectoria como ser Stella Galazzi, Julieta Vallina y Guillermo Arengo que enrolan papeles en los que se ven limitados a lo ordinario y chistoso que caberían en cualquier personaje: anglosajón, payaso, camionero, griego o porteño. Pero si retornamos a la primer premisa: el director pretende entretener, y carcajadas se oyeron muchas. El resultado (incocebible sin la actuación de Carolina Fal) se encuentra a la altura del fin propuesto. Si la propuesta no nos satisface, es otra discusión no estipulada en éstas líneas.